31-Artax dies
A aquella sesión temprana no había acudido mucha gente, sólo un par de parejas y un chaval con una camiseta de Star Wars que se había sentado en la fila central. Esther y Alex entraron a la sala de la mano, como cualquier par convencional de novios o amigos del alma a ojos ajenos, escrutando el pasillo ya tan sólo iluminado por una hilera de lucecitas que brotaban del suelo enmoquetado. A pesar de que la mayoría de asientos estaban vacíos, ninguno de los dos quería sentirse observado desde atrás de modo que, sin ni siquiera pasar por consensuarlo entre ellos, ambos dirigieron sus pasos hacia la última fila.
Se habían entretenido y llegaban por los pelos. La banda sonora de Limahl llenaba la pequeña sala y los títulos de crédito iniciales aparecían en la pantalla sobre un fondo de nubes de algodón cuando por fin se sentaron.
Sin decir una palabra, Alex miró a Esther sonriendo mientras levantaba el brazo abatible entre butaca y butaca para que pudieran pegarse el uno al otro sin obstáculos de por medio, aunque de momento no hizo movimiento alguno para llenar esa distancia y tocar a Esther.
—¿Sabes qué?—dijo tras unos segundos de contemplarla con gesto de idiota en la oscuridad.
—...¿Qué?—a ella le costaba realmente reprimirse para no decir la palabra "Amo" por pura inercia, pero esta vez lo consiguió.
—Me hace ilusión ver esta película contigo. La vi por primera vez cuando era muy pequeño.
Esther no pudo evitar sonreír de oreja a oreja y sintió que explotaba y enrojecía al oír aquello, aunque exteriormente su rubor no se notó. Era tal vez, por parte de Alex, una manera adorablemente torpe de decir que estaban haciendo algo especial juntos.
—Yo también la vi de pequeña—musitó, arrellanándose en el asiento. Tenía ganas de que Alex se acercara y se fundiera con ella costado a costado, de que la rodeara con un brazo y tomara esa postura típica de dos enamorados en una sala de cine, pero a la vez se resistía ella misma a iniciar el primer movimiento para que eso ocurriese.
—Ah, ¿recuerdas la escena del caballo en el pantano?—él se inclinó un poco hacia ella para hablarle al oído por encima de la música. Lamentablemente, en los cines solían confundir calidad de sonido con volumen a todo trapo.
—Claro, claro que la recuerdo, Am-...
Esther cerró la boca a tiempo y Alex continuó hablando como si no se hubiera percatado del derrape sumisil.
—Al salir de la película tuvieron que explicarme cómo lo habían hecho, porque estaba convencido de que el caballo se había hundido de verdad...—Sonrió meneando la cabeza tras decir aquello y desvió la mirada verde hacia la pantalla, casi con las orejas rojas en un súbito acceso de vergüenza quién sabe por qué. En realidad le costaba remover y hablar de su infancia, aunque fuera con un simple comentario de pasada. Suspiró y se reclinó contra el respaldo de la butaca, tanteando para tomar la mano de Esther mientras centraba la mirada ante sí para ver al come-rocas en el bosque del Aule.
"...Y donde estaba el lago, no quedó nada" se lamentaba el gigante de piedra.
"¿Nada? quieres decir... ¿un agujero?"
"No, no. Un agujero sería algo. No quedó nada. Nada."
Alex no dijo palabra, pero no pudo evitar pensar en cuán diferente era ver esa película con ojos de niño a verla después, ene veces, ya desde lo aprendido como persona presuntamente adulta. A la vez, en esencia, era lo mismo. Pero era de adulto cuando tal vez uno no se conformaba con la mera presencia de un monstruo: uno quería saber más, saber qué había detrás, cuál era el origen, en concreto el origen de esa "Nada". Algo que no es algo. Lo que no es y sin embargo, en la imaginación, existe. Lo que no es, lo que no se puede entender ni explicar: el fin, la Nada, tal vez la muerte en su sentido más literal. La compresión de las criaturas humanas alcanzaba límites a este respecto, y era la fantasía lo único que no tenía fronteras.
Mientras miraba la pantalla, la mente de Esther se empapaba de lo acontecido en cada escena y al mismo tiempo volaba lejos de allí. Volaba a la consulta del dr. Cross, a las expectativas de cara a las sesiones futuras con Xavier Jordan y al miedo incipiente e irracional, más allá de la inquietud, que éste le suscitaba. Volaba a Inti, a Jen, a Alex (quien estaba a su lado ahora)... y de vuelta a ella misma, ahora viendo un mundo en el espejo. Porque, quizá, ella era mucho más de lo que ella misma siempre había pensado. Y realmente podía hacer muchas cosas. Tal vez hasta podía hacer lo que quería.
Sin saber por qué, fragmentos de conversaciones y escenas pasadas muy concretas brotaban del banco de su memoria en aquel momento. "Controlar no es reprimir, controlar es decidir", articuló claramente la voz de Jen en su cabeza por enésima vez, aunque ahora esa frase tenía matices diferentes que ella antes no había visto. ¿Por qué le venía esto a la mente ahora? ¿es que no podía simplemente concentrarse en lo que estaba viendo? ¿es que no podía ver una maldita película en paz?
Se removió algo incómoda en el asiento, contra el cuerpo de Alex, buscando su calor. "Controlar es decidir". Se había dado cuenta, gracias a Daniel Cross -y quizá sin que el propio doctor lo pretendiera- de que podía, sencillamente, aplicar eso a cada área de su vida. O por lo menos, imaginar y dilucidar cómo sería, qué pasaría o qué podría pasar si aplicaba este enfoque en cada área de su vida. Antes de que pudiera poner freno por mera pereza, su mente ya estaba analizando y probando. En el área de confort, sin arriesgarse, podía imaginarlo.
Controlar era decidir. En las emociones propias mientras fuera posible, en las relaciones personales, en el ámbito familiar, en el ámbito laboral. Aun sin trasladar a la práctica esta idea se podían calibrar las posibles consecuencias. Nunca se había atrevido a llevar aquello a su realidad.
¿Por qué ganar autonomía, por ejemplo? ¿qué cambiaba eso en su relación con los chicos, y en su vida en general? Teniendo autonomía, ella podía seguir estando al lado de los "Amos", pero POR HABERLO DECIDIDO ASÍ. Ya no era que tuviera que quedarse con ellos por no tener donde caerse muerta si no se ponía a sus pies, sino que ella, ella misma, lo quería así. Esto debería haber sido algo prioritario desde el principio, ¿no?
Decisiones. Decidir. Para empezar, decidir no dejarse arrastrar por la derrota anticipada, ya que podía -¡por supuesto que podía! ¿por qué no?- hacer cosas. Y analizar las posibles consecuencias de cada esfuerzo parecía lo contrario a sacar conclusiones precipitadas e irracionales sin pensar. Se daba cuenta poco a poco de que, sin querer, ya había empezado a cambiar en este aspecto. Quizá cuando fue a ver a Jen por propia iniciativa hace no mucho y le había dicho que tenía "hambre", o cuando había jugado un poco a ser brat con Alex hasta conseguir un polvazo en el baño momentos antes. No había necesidad de jugar nada salvo que el juego fuera divertido para todxs... simplemente bastaba con plantearse las cosas. Toda una revelación. Le parecía increíble no haber pensado en esto antes.
—Me encanta esta parte—susurró de improviso Alex, inclinándose un poco sobre ella. Se refería a la escena del llamamiento de Atreyu en el pabellón de Magnolia de la Torre de Marfil.
"Yo soy Atreyu"
"Atreyu el niño no" reía Kayron, el centauro, antes de especificar: "Atreyu el Guerrero".
"Yo soy el único Atreyu que hay en la llanura" respondía el muchacho encogiéndose de hombros. "Y prefiero volver a la caza del búfalo negro."(*en la novela, búfalo purpúreo).
"Espera." le detuvo Kayron entonces con un tono de voz diferente, ya sin asomo de sorna. "Los designios de la Emperatriz son a veces difíciles de comprender (...)".
De pronto, Esther se visualizó a sí misma acercándose a Inti y diciendole "esto es lo que hay (soy)", sin más. ¿Qué le diría? "quiero estar contigo", "¿quiero vivir contigo?" (¡oh!, quizá sí, quizá no...), "quiero abrazarte", "quiero llegar hasta ti", "no quiero...", "¿te quiero?", "siento...", "soy..." Por primera vez no pensó en lo que Inti respondería. A saber.
Sólo se tenía a sí misma y le había entregado eso al rubio, y también a Jen, y a Alex. O eso creía. Se había considerado poca cosa en el fondo, a pesar de la coraza pija, pero lo cierto era que no podía dar más. Y tampoco se había parado a pensar en lo que había dentro de sí, en lo que en realidad entregaba. El porqué de intentarlo aun así y el porqué de seguir ahí con los chicos tal vez era algo difícil de comprender, pero así son las historias. A veces lo pequeño es grande, y un grano de arena contiene un sinfín de mundos.Quizá estaba equivocada desde el principio en las razones, en el concepto de "grande" y "pequeño" (o "poca cosa") dentro de sí misma, más allá del mundo material; quizá se equivocaba en lo que ella podía o no podía hacer. ¿Y si podía entregar más desde la conciencia de que ella no era tan poca cosa, ni mucho menos? El poder de decidir aumentaba con la autonomía, así que, paradójicamente, incluso podía darse más al ser libre. Más auténtico sería el acto de darse entonces, aunque de hecho ella decidiera incluso vivir en otra parte. Esta idea le parecía tan ominosa como real, y le producía vértigo y alivio al mismo tiempo.
Era justo para Esther (y para ellos también) que ella misma tuviera al menos una idea de quién era, y de lo que entregaba. Le parecía que los chicos merecían mucho como para darles "una mierda", y de hecho ella no quería sentirse como una mierda, así que no iba a caer más en la trampa de decirse a sí misma que era mierda y conformarse con esa mentira. Nunca más.
La cabeza le daba vueltas y se sentía algo mareada bajo el bombardeo de imágenes y sonido dentro de la sala de cine. ¿Había sido sincera con los chicos respecto a esto alguna vez? Querría empezar a serlo, aunque con Inti le parecía que jamás se iba a atrever. Recordaba que lo que ella quisiera no era lo mismo que lo que podría necesitar, (según los "Amos"), pero se daba cuenta de que había callado su cuerpo y su espíritu desde el principio sin más. ¿Por qué? ¿qué razón había para silenciarse a sí misma de esa forma? Había sido ella misma quien se había tapado la boca muchas veces, sin distinguir la diferencia entre necesidades y lo que Inti llamaba "caprichos de niña consentida". Aunque Jen le había animado en varias ocasiones a "pedir" y a definirse, ella había pasado por encima del significado real de eso sin darse cuenta de a qué se la estaba alentando realmente.
—Alex...—susurró en la oscuridad, levantando la cabeza e inclinándose hacia su amigo para hablarle al oído.
Él apartó los ojos de la historia que tenía lugar en la pantalla para mirarla y sonrió en la sombra.
—¿Sí?
—¿Puedes abrazarme, por favor?—musitó Esther.
Escuchó la pequeña carcajada de él: inocente quizá por desconcierto, siseante tan cerca de su rostro.
—¡Claro! ven aquí...
Alex la rodeo con un brazo y sin dudarlo la apretó contra sí, sin saber por qué de pronto temblaba ligeramente. En la pantalla, la bestia negra llamada Gmork -el emisario de La Nada- perseguía a Atreyu a través del tupido ramaje, famélica. Esther se estremeció por el rugido de la criatura y se sintió estúpida al momento. Se apretó contra el costado de Alex, apoyando la mejilla sobre el tambor de su pecho y aspirando su olor.
Tal vez no había sido buena idea meterse en una sala de cine después de una sesión con el dr. Cross, tal vez sí. El caso es que Esther no era capaz de parar de pensar. Era como si un engranaje polvoriento hubiera despertado y ahora no fuera a detener su movimiento implacable así por así.
Durante el tiempo que duró la sesión momentos antes, Daniel Cross se había esforzado en colocar el foco sobre Esther, por mucho que ella hubiera intentado desviarlo hacia Inti (esa persona que no había querido nombrar en la consulta, la que necesitaba ayuda y bla, bla, bla.). Le había salido el tiro por la culata en ese aspecto, ¿por qué, demonios, por qué? ¿era ella la que necesitaba ayuda entonces? ¿la única que podía ser ayudada por sí misma?¿la única persona por la cual ella podía hacer algo?
Era ella. Claro.
En el extremo opuesto a la culpa, estaba la conciencia y la responsabilidad. Era ella la que podía hacer algunos cambios o, dicho de otra forma, ¿dónde va un ser humano sin cabeza?¿qué diablos pretendía dando tumbos, negando todo control y depositando su vida en las manos de otros? ¿Cómo podía pensar en ayudar a alguien cuando ella misma se negaba a asumir cualquier tipo de control, eligiendo ser un títere?
Un escalofrío recorrió su columna vertebral cuando se dio cuenta de lo que podía haber pasado si esos chicos hubieran sido unos sádicos reales, unos criminales o simplemente imprudentes (más), o gente sin escrúpulos, o desequilibrados. Ella podría haber muerto, o quedado física y mentalmente rota de por vida.
"Artax, ¡ARTAX! ¡CABALLO CABEZOTA! SAL DE AHÍ O TE HUNDIRÁS DEL TODO... ¡¡MUÉVETE, POR FAVOR!!"
En la pantalla, Atreyu intentaba salvar a su caballo y sacarlo de las aguas cenagosas que le tragaban, pero no lo conseguiría. No importaba lo fuerte que agarrase las bridas ni los tirones que diera; el caballo no podía ser salvado, porque había decidido no moverse y ser tragado, porque pensaba que para qué iba a cruzar ese pantano si nada merecía la pena, y así, simplemente, se dejó arrastrar.
Los ojos de Esther se humedecieron. Inti era Artax y ella quería sacarle de un pantano de arenas movedizas, lo cual sería imposible. Pero es que Ella misma había sido también Artax, ¿desde cuando? (no podía recordarlo) ¿hasta cuándo? (hasta aquel mismo instante, tal vez).
Alex la abrazó más fuerte sin dejar de mirar la pantalla. Estiró los dedos de la mano que la sostenía para acariciarle el pelo. Esther no sabía si él se había dado cuenta de que ella lloraba; creía que no, pero qué más daba.
—Shh... tranquila, que ahora sale el dragón de la suerte y salva al chaval...—la apaciguó con una pequeña risa.
Alex había silenciado el teléfono dentro de la sala de cine sin la menor preocupación, pero notó el aparato vibrando en su bolsillo cuando le llegó un mensaje (mensaje que ni de coña iba a leer hasta el final de la película).
"dónde estáis? cómo ha ido? hemos quedado a las diez en el club." Cuando envió el mensaje, Jen confiaba que Alex recordaría la cita que tenían pendiente aquella noche, en el local de Argen con la perra. Sería una salida formal en grupo a modo de exhibición o algo parecido; Inti estaba entusiasmado con la idea. Tal vez no fuera el mejor momento para Esther, barruntaba Jen... pero cualquiera le explicaba eso al rubio, más aun cuando, al parecer, aquel era el único día que Silver-Melenas podía acudir al club acompañado de su sumisa. O su lo que fuera.
- continuará-
[Gracias por leer, y por la espera a pesar de la tardanza.]
Se habían entretenido y llegaban por los pelos. La banda sonora de Limahl llenaba la pequeña sala y los títulos de crédito iniciales aparecían en la pantalla sobre un fondo de nubes de algodón cuando por fin se sentaron.
Sin decir una palabra, Alex miró a Esther sonriendo mientras levantaba el brazo abatible entre butaca y butaca para que pudieran pegarse el uno al otro sin obstáculos de por medio, aunque de momento no hizo movimiento alguno para llenar esa distancia y tocar a Esther.
—¿Sabes qué?—dijo tras unos segundos de contemplarla con gesto de idiota en la oscuridad.
—...¿Qué?—a ella le costaba realmente reprimirse para no decir la palabra "Amo" por pura inercia, pero esta vez lo consiguió.
—Me hace ilusión ver esta película contigo. La vi por primera vez cuando era muy pequeño.
Esther no pudo evitar sonreír de oreja a oreja y sintió que explotaba y enrojecía al oír aquello, aunque exteriormente su rubor no se notó. Era tal vez, por parte de Alex, una manera adorablemente torpe de decir que estaban haciendo algo especial juntos.
—Yo también la vi de pequeña—musitó, arrellanándose en el asiento. Tenía ganas de que Alex se acercara y se fundiera con ella costado a costado, de que la rodeara con un brazo y tomara esa postura típica de dos enamorados en una sala de cine, pero a la vez se resistía ella misma a iniciar el primer movimiento para que eso ocurriese.
—Ah, ¿recuerdas la escena del caballo en el pantano?—él se inclinó un poco hacia ella para hablarle al oído por encima de la música. Lamentablemente, en los cines solían confundir calidad de sonido con volumen a todo trapo.
—Claro, claro que la recuerdo, Am-...
Esther cerró la boca a tiempo y Alex continuó hablando como si no se hubiera percatado del derrape sumisil.
—Al salir de la película tuvieron que explicarme cómo lo habían hecho, porque estaba convencido de que el caballo se había hundido de verdad...—Sonrió meneando la cabeza tras decir aquello y desvió la mirada verde hacia la pantalla, casi con las orejas rojas en un súbito acceso de vergüenza quién sabe por qué. En realidad le costaba remover y hablar de su infancia, aunque fuera con un simple comentario de pasada. Suspiró y se reclinó contra el respaldo de la butaca, tanteando para tomar la mano de Esther mientras centraba la mirada ante sí para ver al come-rocas en el bosque del Aule.
"...Y donde estaba el lago, no quedó nada" se lamentaba el gigante de piedra.
"¿Nada? quieres decir... ¿un agujero?"
"No, no. Un agujero sería algo. No quedó nada. Nada."
Alex no dijo palabra, pero no pudo evitar pensar en cuán diferente era ver esa película con ojos de niño a verla después, ene veces, ya desde lo aprendido como persona presuntamente adulta. A la vez, en esencia, era lo mismo. Pero era de adulto cuando tal vez uno no se conformaba con la mera presencia de un monstruo: uno quería saber más, saber qué había detrás, cuál era el origen, en concreto el origen de esa "Nada". Algo que no es algo. Lo que no es y sin embargo, en la imaginación, existe. Lo que no es, lo que no se puede entender ni explicar: el fin, la Nada, tal vez la muerte en su sentido más literal. La compresión de las criaturas humanas alcanzaba límites a este respecto, y era la fantasía lo único que no tenía fronteras.
Mientras miraba la pantalla, la mente de Esther se empapaba de lo acontecido en cada escena y al mismo tiempo volaba lejos de allí. Volaba a la consulta del dr. Cross, a las expectativas de cara a las sesiones futuras con Xavier Jordan y al miedo incipiente e irracional, más allá de la inquietud, que éste le suscitaba. Volaba a Inti, a Jen, a Alex (quien estaba a su lado ahora)... y de vuelta a ella misma, ahora viendo un mundo en el espejo. Porque, quizá, ella era mucho más de lo que ella misma siempre había pensado. Y realmente podía hacer muchas cosas. Tal vez hasta podía hacer lo que quería.
Sin saber por qué, fragmentos de conversaciones y escenas pasadas muy concretas brotaban del banco de su memoria en aquel momento. "Controlar no es reprimir, controlar es decidir", articuló claramente la voz de Jen en su cabeza por enésima vez, aunque ahora esa frase tenía matices diferentes que ella antes no había visto. ¿Por qué le venía esto a la mente ahora? ¿es que no podía simplemente concentrarse en lo que estaba viendo? ¿es que no podía ver una maldita película en paz?
Se removió algo incómoda en el asiento, contra el cuerpo de Alex, buscando su calor. "Controlar es decidir". Se había dado cuenta, gracias a Daniel Cross -y quizá sin que el propio doctor lo pretendiera- de que podía, sencillamente, aplicar eso a cada área de su vida. O por lo menos, imaginar y dilucidar cómo sería, qué pasaría o qué podría pasar si aplicaba este enfoque en cada área de su vida. Antes de que pudiera poner freno por mera pereza, su mente ya estaba analizando y probando. En el área de confort, sin arriesgarse, podía imaginarlo.
Controlar era decidir. En las emociones propias mientras fuera posible, en las relaciones personales, en el ámbito familiar, en el ámbito laboral. Aun sin trasladar a la práctica esta idea se podían calibrar las posibles consecuencias. Nunca se había atrevido a llevar aquello a su realidad.
¿Por qué ganar autonomía, por ejemplo? ¿qué cambiaba eso en su relación con los chicos, y en su vida en general? Teniendo autonomía, ella podía seguir estando al lado de los "Amos", pero POR HABERLO DECIDIDO ASÍ. Ya no era que tuviera que quedarse con ellos por no tener donde caerse muerta si no se ponía a sus pies, sino que ella, ella misma, lo quería así. Esto debería haber sido algo prioritario desde el principio, ¿no?
Decisiones. Decidir. Para empezar, decidir no dejarse arrastrar por la derrota anticipada, ya que podía -¡por supuesto que podía! ¿por qué no?- hacer cosas. Y analizar las posibles consecuencias de cada esfuerzo parecía lo contrario a sacar conclusiones precipitadas e irracionales sin pensar. Se daba cuenta poco a poco de que, sin querer, ya había empezado a cambiar en este aspecto. Quizá cuando fue a ver a Jen por propia iniciativa hace no mucho y le había dicho que tenía "hambre", o cuando había jugado un poco a ser brat con Alex hasta conseguir un polvazo en el baño momentos antes. No había necesidad de jugar nada salvo que el juego fuera divertido para todxs... simplemente bastaba con plantearse las cosas. Toda una revelación. Le parecía increíble no haber pensado en esto antes.
—Me encanta esta parte—susurró de improviso Alex, inclinándose un poco sobre ella. Se refería a la escena del llamamiento de Atreyu en el pabellón de Magnolia de la Torre de Marfil.
"Yo soy Atreyu"
"Atreyu el niño no" reía Kayron, el centauro, antes de especificar: "Atreyu el Guerrero".
"Yo soy el único Atreyu que hay en la llanura" respondía el muchacho encogiéndose de hombros. "Y prefiero volver a la caza del búfalo negro."(*en la novela, búfalo purpúreo).
"Espera." le detuvo Kayron entonces con un tono de voz diferente, ya sin asomo de sorna. "Los designios de la Emperatriz son a veces difíciles de comprender (...)".
De pronto, Esther se visualizó a sí misma acercándose a Inti y diciendole "esto es lo que hay (soy)", sin más. ¿Qué le diría? "quiero estar contigo", "¿quiero vivir contigo?" (¡oh!, quizá sí, quizá no...), "quiero abrazarte", "quiero llegar hasta ti", "no quiero...", "¿te quiero?", "siento...", "soy..." Por primera vez no pensó en lo que Inti respondería. A saber.
Sólo se tenía a sí misma y le había entregado eso al rubio, y también a Jen, y a Alex. O eso creía. Se había considerado poca cosa en el fondo, a pesar de la coraza pija, pero lo cierto era que no podía dar más. Y tampoco se había parado a pensar en lo que había dentro de sí, en lo que en realidad entregaba. El porqué de intentarlo aun así y el porqué de seguir ahí con los chicos tal vez era algo difícil de comprender, pero así son las historias. A veces lo pequeño es grande, y un grano de arena contiene un sinfín de mundos.Quizá estaba equivocada desde el principio en las razones, en el concepto de "grande" y "pequeño" (o "poca cosa") dentro de sí misma, más allá del mundo material; quizá se equivocaba en lo que ella podía o no podía hacer. ¿Y si podía entregar más desde la conciencia de que ella no era tan poca cosa, ni mucho menos? El poder de decidir aumentaba con la autonomía, así que, paradójicamente, incluso podía darse más al ser libre. Más auténtico sería el acto de darse entonces, aunque de hecho ella decidiera incluso vivir en otra parte. Esta idea le parecía tan ominosa como real, y le producía vértigo y alivio al mismo tiempo.
Era justo para Esther (y para ellos también) que ella misma tuviera al menos una idea de quién era, y de lo que entregaba. Le parecía que los chicos merecían mucho como para darles "una mierda", y de hecho ella no quería sentirse como una mierda, así que no iba a caer más en la trampa de decirse a sí misma que era mierda y conformarse con esa mentira. Nunca más.
La cabeza le daba vueltas y se sentía algo mareada bajo el bombardeo de imágenes y sonido dentro de la sala de cine. ¿Había sido sincera con los chicos respecto a esto alguna vez? Querría empezar a serlo, aunque con Inti le parecía que jamás se iba a atrever. Recordaba que lo que ella quisiera no era lo mismo que lo que podría necesitar, (según los "Amos"), pero se daba cuenta de que había callado su cuerpo y su espíritu desde el principio sin más. ¿Por qué? ¿qué razón había para silenciarse a sí misma de esa forma? Había sido ella misma quien se había tapado la boca muchas veces, sin distinguir la diferencia entre necesidades y lo que Inti llamaba "caprichos de niña consentida". Aunque Jen le había animado en varias ocasiones a "pedir" y a definirse, ella había pasado por encima del significado real de eso sin darse cuenta de a qué se la estaba alentando realmente.
—Alex...—susurró en la oscuridad, levantando la cabeza e inclinándose hacia su amigo para hablarle al oído.
Él apartó los ojos de la historia que tenía lugar en la pantalla para mirarla y sonrió en la sombra.
—¿Sí?
—¿Puedes abrazarme, por favor?—musitó Esther.
Escuchó la pequeña carcajada de él: inocente quizá por desconcierto, siseante tan cerca de su rostro.
—¡Claro! ven aquí...
Alex la rodeo con un brazo y sin dudarlo la apretó contra sí, sin saber por qué de pronto temblaba ligeramente. En la pantalla, la bestia negra llamada Gmork -el emisario de La Nada- perseguía a Atreyu a través del tupido ramaje, famélica. Esther se estremeció por el rugido de la criatura y se sintió estúpida al momento. Se apretó contra el costado de Alex, apoyando la mejilla sobre el tambor de su pecho y aspirando su olor.
Tal vez no había sido buena idea meterse en una sala de cine después de una sesión con el dr. Cross, tal vez sí. El caso es que Esther no era capaz de parar de pensar. Era como si un engranaje polvoriento hubiera despertado y ahora no fuera a detener su movimiento implacable así por así.
Durante el tiempo que duró la sesión momentos antes, Daniel Cross se había esforzado en colocar el foco sobre Esther, por mucho que ella hubiera intentado desviarlo hacia Inti (esa persona que no había querido nombrar en la consulta, la que necesitaba ayuda y bla, bla, bla.). Le había salido el tiro por la culata en ese aspecto, ¿por qué, demonios, por qué? ¿era ella la que necesitaba ayuda entonces? ¿la única que podía ser ayudada por sí misma?¿la única persona por la cual ella podía hacer algo?
Era ella. Claro.
En el extremo opuesto a la culpa, estaba la conciencia y la responsabilidad. Era ella la que podía hacer algunos cambios o, dicho de otra forma, ¿dónde va un ser humano sin cabeza?¿qué diablos pretendía dando tumbos, negando todo control y depositando su vida en las manos de otros? ¿Cómo podía pensar en ayudar a alguien cuando ella misma se negaba a asumir cualquier tipo de control, eligiendo ser un títere?
Un escalofrío recorrió su columna vertebral cuando se dio cuenta de lo que podía haber pasado si esos chicos hubieran sido unos sádicos reales, unos criminales o simplemente imprudentes (más), o gente sin escrúpulos, o desequilibrados. Ella podría haber muerto, o quedado física y mentalmente rota de por vida.
"Artax, ¡ARTAX! ¡CABALLO CABEZOTA! SAL DE AHÍ O TE HUNDIRÁS DEL TODO... ¡¡MUÉVETE, POR FAVOR!!"
En la pantalla, Atreyu intentaba salvar a su caballo y sacarlo de las aguas cenagosas que le tragaban, pero no lo conseguiría. No importaba lo fuerte que agarrase las bridas ni los tirones que diera; el caballo no podía ser salvado, porque había decidido no moverse y ser tragado, porque pensaba que para qué iba a cruzar ese pantano si nada merecía la pena, y así, simplemente, se dejó arrastrar.
Los ojos de Esther se humedecieron. Inti era Artax y ella quería sacarle de un pantano de arenas movedizas, lo cual sería imposible. Pero es que Ella misma había sido también Artax, ¿desde cuando? (no podía recordarlo) ¿hasta cuándo? (hasta aquel mismo instante, tal vez).
Alex la abrazó más fuerte sin dejar de mirar la pantalla. Estiró los dedos de la mano que la sostenía para acariciarle el pelo. Esther no sabía si él se había dado cuenta de que ella lloraba; creía que no, pero qué más daba.
—Shh... tranquila, que ahora sale el dragón de la suerte y salva al chaval...—la apaciguó con una pequeña risa.
Alex había silenciado el teléfono dentro de la sala de cine sin la menor preocupación, pero notó el aparato vibrando en su bolsillo cuando le llegó un mensaje (mensaje que ni de coña iba a leer hasta el final de la película).
"dónde estáis? cómo ha ido? hemos quedado a las diez en el club." Cuando envió el mensaje, Jen confiaba que Alex recordaría la cita que tenían pendiente aquella noche, en el local de Argen con la perra. Sería una salida formal en grupo a modo de exhibición o algo parecido; Inti estaba entusiasmado con la idea. Tal vez no fuera el mejor momento para Esther, barruntaba Jen... pero cualquiera le explicaba eso al rubio, más aun cuando, al parecer, aquel era el único día que Silver-Melenas podía acudir al club acompañado de su sumisa. O su lo que fuera.
- continuará-
[Gracias por leer, y por la espera a pesar de la tardanza.]