Completo
Arrastrándome del pelo, tiró de mí hasta hacerme quedar sentada al borde de la cama. Echó mi cabeza hacia atrás con la fuerza del tirón y me mordió el cuello arrancándome un grito.
—Qué dulce eres…—murmuró, soltando por fin la tenaza de su mano.
Le abracé y él me izó con firmeza para tomarme entre sus brazos. Rodeé sus musculosas caderas con mis piernas, sintiendo cómo su polla húmeda aun de semen se endurecía y se calentaba de nuevo contra la cara interna de mi muslo.
—Quiero hacerte el amor de la única manera que sé—me dijo, mientras salía del dormitorio conmigo en brazos—de la única manera que deseo… ¿me vas a dejar?
—Sí—respondí contra su hombro, llenándome los pulmones con el sudor de su piel.
(Hazme el amor, Silver, como sólo tú sabes. Llévame a tu oscuridad, hazme sufrir. Hazme sentir. Pero, por favor, no vuelvas a marcharte…)
Me depositó suavemente sobre el escritorio del pequeño despacho cuyo recuerdo aún se mantenía grabado a fuego en mi mente. Presionó con suavidad mis hombros para colocarme como quería, es decir, echada boca arriba sobre el tablero.
—Sé buena y confía en mí.
Cerré los ojos, entregándome a él sin decir una palabra, mi cuerpo desnudo sobre la superficie de madera.
—No te muevas…—murmuró.
Según estaba, flexionó mis rodillas con cuidado y las colocó contra mi pecho. Apretó en esa postura mis piernas firmemente con su mano izquierda, sujetando mis rodillas hacia mi mentón. Comencé a sentir que mi agitación inicial daba paso al miedo.
—Mantente en esta posición—dijo, visiblemente excitado—No abras los ojos.
Sentí un sonido rápido y brutal que rasgaba el aire. A continuación, noté con horror que una tira ancha y rígida me envolvía las piernas, pegándose con furia a mi piel, inmovilizando mis rodillas contra mis pechos desnudos. Traté de luchar contra aquella cosa por mero instinto, pero Silver no me dejó.
—No te muevas. Sé buena.
Echó mis rodillas hacia atrás con mano firme para levantarme el culo de la mesa, y continuó empaquetándome por detrás de la espalda con aquella cosa.
Abrí los ojos y observé con pánico cómo me encarcelaba en aquella posición con una ancha cinta de embalar (esa tira que mordía mi carne). Yo aún conservaba las manos libres, así que sin pensar forcejeé como pude tratando de arrebatarle la cinta. Me sujetó firmemente, pero aun así el rollo color marrón satinado resbaló de entre sus dedos en un momento dado y rodó por el suelo hasta la puerta de la habitación.
Sin mediar palabra ni cambiar su gesto, me soltó dos sonoras bofetadas que restallaron contra mis mejillas.
—Malena, no te resistas—insistió en voz baja, acariciándome inmediatamente la ardiente huella que habían dejado sus cinco dedos en mi rostro—ya casi está.
Maldito sádico. Pero, ah, eso era "hacer el amor a su manera", claro. Y yo lo sabía.
Con paso lento, avanzó hasta donde había caído el rollo de cinta y se agachó para cogerlo. Yo le observaba con los ojos desorbitados, aún bajo el shock de las bofetadas, muda de espanto y de deseo por él.
—No me hagas daño…—conseguí implorar, tratando de alzar la voz sobre los rasgueos de la cinta al ser estirada.
—Claro que no—me besó con ternura, terminando por fin de atarme con aquella cosa—No te preocupes. Déjame guiarte hacia tu límite y sobrepásalo conmigo. ¿Recuerdas esa palabra mágica que una vez te hizo sentir segura?
«Lobo».
--Sí…--respondí. Claro que la recordaba.
--Bien.
Con cuidado, me giró sobre la mesa para atarme las manos a la espalda con la misma cinta de embalar.
—No te la voy a poner muy apretada…—murmuró a modo de explicación, quizá pensando que eso iba a tranquilizarme—es sólo para sujetarte, nada más.
Pero las ataduras dolían… aunque eran más soportables si mantenía mis manos quietas.
—Bien…--murmuró—si no te mueves, todo irá bien. ¿Puedes soportarla ahora, relajada? —preguntó. Se refería a la cinta, supuse. Bajé los ojos pero no respondí.
—Mi amor, dímelo. No debería dolerte si estás quieta.
Asentí con la cabeza. La cinta no llegaba a cortarme la circulación, pero sí me oprimía y la sentía clavándose en mi piel. La porción del condenado adhesivo en torno a mi cintura se hacía presente y tirante en cada respiración, ciñéndose cada vez que yo tomaba aire y expandía los pulmones. No diré que era agradable, pero... cuando pensaba en Silver y le sentía tan cerca, cuando me mojaba sólo con la caricia de su voz, entonces esa opresión se convertía en una pieza más que le daba sentido al puzzle. Y me gustaba.
Traté de controlar la respiración para no marearme, y me di cuenta de que estaba a punto de empezar a llorar otra vez.
—Estoy... estoy bien—confirmé.
Me tomó en brazos de nuevo, yo un trozo de carne inerte a su merced-un trozo de carne sensible desde dentro, con capacidad inmensa para sentirlo todo-, con las piernas atadas al pecho, la cinta abrazando fuerte mis rodillas girando por debajo de mis brazos y mis manos atadas a la espalda.
Me depositó en el suelo, boca arriba. Mis tobillos se clavaban en la parte posterior de mis muslos y la cinta tiraba de mis rodillas hacia mi barbilla, dejando expuesto mi coño ante él. Esa tracción estiraba la piel que rodeaba mi vagina, y dicho tirón me encendió bruscamente por sorpresa. Jadeé y me moví como pude, cachonda como nunca pero con miedo. Aunque una parte de mí siempre confiaba en Él.
Se agachó a mi lado.
—Tranquila…--murmuró, acariciando con los dedos mi desbocado pecho que se agitaba contra la cinta—pareces un pajarito…
Deslizó su mano por fin en mi entrepierna palpitante de deseo. Comenzó a mover las puntas de sus dedos dentro de mí, rozando mi erecto clítoris, haciéndome mojar como cerda una vez más en el suelo de madera.
—Cómo me gusta tu coño…—susurró, mientras se inclinaba para besarme los párpados cerrados.
Intenté acomodarme en el suelo a pesar de la cinta. Sentí como ésta me abrazaba con su firme rudeza cuando por fin me relajé del todo, separando mis piernas las pocas milésimas que esa cosa me permitía.
—Mi amor, cómo me gusta—murmuró Silver, agitando su dedo cada vez más rápido dentro de mi raja babeante.
Gemí y me removí como pude, dando pequeños botes con mi culo sobre el suelo frío, debatiéndome y retorciéndome de gusto. Al mismo tiempo, Silver se acariciaba el enhiesto miembro mientras me masturbaba; su polla se erguía orgullosa como un enrojecido y carnoso mástil, humedeciéndose en la punta dentro de su puño.
--¿quieres que te coma el coño?...—preguntó en mi oreja, su aliento rebotando contra mi pabellón auricular.
—Sí, por favor…—gemí, sintiéndome morir.
--Vale…—rezongó—pero no voy a dejar que te corras… todavía…
Acto seguido sentí que se colocaba frente a mí y que separaba con suavidad los pliegues de mi sexo. Cerré los ojos y al instante siguiente noté su lengua deslizándose despacio entre mis labios mayores de abajo a arriba.
Gemí sin poder evitarlo, comprendiendo que, si Silver seguía así, sus húmedas caricias me transportarían hasta el orgasmo sin remedio.
—No, cariño, no quiero que te corras—dijo con una sonrisa, volviendo a erguirse sobre mi cuerpo. Definitivamente era telépata, o tal vez mi lenguaje corporal era ya simplemente transparente—Estás a punto, ¿verdad?
Creí que me correría sin necesidad de que él me tocara, con sólo escuchar su voz.
Me retorcí en el aire por toda respuesta.
(Te quiero Silver. Cuánto te odio y cuánto te quiero…)
Me besó la frente y me hizo girar sobre el costado derecho. A continuación se inclinó y me ayudó a darme la vuelta, quedando yo en precario equilibrio sobre el suelo, encogida de rodillas, la cinta protestando pero aún sujetando férrea mis prietas carnes. Giré el cuello en un ángulo imposible para mirar a Silver, que me observaba desnudo cavilando en silencio.
—No…--reflexionó—en el suelo no.
Mi cuerpo basculó peligrosamente hacia los lados en aquella posición inestable. No tenía las manos para ayudarme, de modo que con un simple desequilibrio caería rodando de nuevo hacia un lado. Silver extendió el brazo para sujetarme colocando su mano firme en mi espalda.
--En el suelo estarás incómoda, y te caerás al primer azote.
Dios mío. Un estremecimiento recorrió todo mi cuerpo al escuchar aquello. Me entró un pánico delicioso. ¿Qué iba a hacer conmigo ese loco de ojos de acero? ¿Cómo me había dejado yo atar así sin más? Ya era tarde para todo, incluso para pensar en que no podía defenderme…
Rompí a sudar. Mi respiración violenta se expandía contra la cinta.
En realidad sabía que estábamos jugando. Sabía que Él seguía siendo mi amigo, como siempre, y que si quería que me liberase no tenía más que decir una sola palabra. Pero no, claro que no la iba a decir...
.
—Tranquila, bonita—murmuró, tomándome de nuevo en sus brazos y levantándome del suelo—ahora estarás mejor…
Me depositó con cuidado sobre el sillón de cuero negro que nos aguardaba a unos pocos pasos. Colocó mi mentón contra uno de los brazos del sillón—rectangulares y bajos— justo en el borde, obteniendo así un punto de apoyo con mis rodillas hundidas en la mullida tapicería. Mis talones se perdían presionando contra mis muslos y mi culo apuntaba directamente a Silver, que tras acomodarme de esa forma se había colocado detrás de mí sin dejar de observarme.
—Estás preciosa…—murmuró.
Traté de girar la cabeza sin conseguirlo. Su silueta se hallaba en un ángulo imposible para mí.
—¿Cómo estás?—preguntó, deteniendo sus dedos trémulos sobre mis nalgas--¿Tienes miedo?
—Sí...
—No lo tengas…--musitó, su voz suave como una caricia de viento sobre mi piel—voy a coger una cosa.
Algo me decía que esa "cosa" que iba a coger sería algún artefacto revientaculos. Sentí que se alejaba unos pasos y se detenía buscando algo por el rincón opuesto de la habitación, detrás de la mesa, pero sus movimientos eran invisibles para mí y lo que hacía era un misterio. Yo sólo podía escuchar y sentir.
Obtuvo lo que fuera que buscaba y volvió a situarse detrás de mí, sin querer mostrarme aquello que había traído y que, sin lugar a dudas, era una pieza clave para el juego del que me iba a hacer objeto.
—Malena…--dijo con voz ronca—muerde esto porque voy a azotarte hasta hacerte sangre, hasta rozar tu alma. Abre la boca.
Alargó su mano por encima de mi cabeza y sentí sobre mis labios una de sus anchas muñequeras de cuero negro. Separé mis labios presa del terror y me la colocó con suavidad entre los dientes.
—No la sueltes…—murmuró—la vas a necesitar.
Tenía tanta tensión dentro de mí que por fin comprendí que "cagarse encima" no era sólo una frase hecha. Silver había dicho que iba a azotarme…aquello era lo que yo más temía, y lo que más deseaba en el mundo. Ser azotada de nuevo por él. Sentí que tomaba posiciones detrás de mí y pensé que no iba a andarse con contemplaciones…
Al sentir que lo inevitable iba a ocurrir se me aflojaron de golpe todos los músculos y me abandoné a él en cuerpo y espíritu. Era como si mi cuerpo hubiera renunciado de golpe soportar tanto estrés y se desplomase sobre el sofá de cuero, vencido, sabiendo que le esperaba lo peor, sabiendo que iba a sufrir.
Ya no era una niña, joder.
("Pero es un castigo de tu amigo, de tu amor. Y tu culo se muere por sentir otra vez una buena zurra, ¿no es eso?...se muere por sentir esos azotes que caerán sobre él con todo el amor del mundo, hasta matarte de amor y de dolor al mismo tiempo".)
Sentí como Silver se agachaba y dejaba algo en el suelo.
--Te veo muy nerviosa, mi niña...--murmuró, adelantándose para besar suavemente mis temblorosas nalgas—Ya sabes cómo funciona esto: sólo te dolerá al principio, luego desearás que no pare de hacerlo.
—Silver...—al abrir la boca para decir su nombre, la muñequera de cuero cayó al suelo.
—Cuando tengas el culo caliente—jadeó—y me canse de azotarte con la mano a pelo, probarás una sorpresa…
—¿Una sorpresa?—Me temí lo peor.
—Oh, nena, no temas nada—dijo mientras se adelantaba para recoger el improvisado bocado y me lo colocaba de nuevo entre los dientes—tranquila. Confía en mí.
Me besó la frente y durante un segundo sus ojos se clavaron en los míos. Su mirada intensa y oscura estaba llena de sexo, de secretos, de ternura.
—Me gusta dominarte—murmuró mientras se colocaba de nuevo a mis espaldas, frente a mi trasero—Me gusta tenerte así con el culo al aire, para azotarte a placer, no lo puedo evitar. ¿Te gusta a ti?—musitó, acariciándome con dulzura-- ¿Te gusta, Amor?
No pude contestar a esa pregunta aunque conocía la verdadera respuesta que latía dentro de mí. Dios mío, cómo le quería. Cómo le amaba.
Plasss!!!!
Sin más dilación descargó su mano abierta sobre la raja de mi culo, para cubrir ambas nalgas con ese primer azote. En ese momento sentí tal explosión de sentimientos encontrados que comencé a sollozar, desbordándome de nuevo.
—Te quiero, nena…
Plassssssssss!!!!
El segundo azote se estrelló, haciendo temblar la carne, más seco y con más ganas.
El tercero me hizo golpear la barbilla contra el brazo del sillón, tal era la fuerza.
El calor encendido de mis nalgas hizo que se me mojara el coño por enésima vez, y al mismo tiempo yo era incapaz de contener las lágrimas.
Plassssssssssssssssssssssssss!!!!
Me di cuenta de que estaba levantando el culo cuanto podía, tratando de mostrarle mi coño para que me alcanzara también ahí.
Me azotó con su mano aumentando poco a poco la fuerza. La azotaina me dolía, pero a partir del quinto palmetazo (cuando la carne de mis nalgas comenzó a emborronarse, quedando insensibilizada) comencé a sentir de verdad los golpes contundentes, más allá de la piel, y me llenó de fuego pensar que estaba marcándome con su mano de amante secreto, con su mano de músico.
A diferencia de otras ocasiones, en esta sí fui contando mientras me zurraba.
Me dio veinte sonoras nalgadas y se paró a tomar aliento.
—Malenita… ¿cómo estás?—jadeó, alargando una mano para posarla sobre mi culo ardiente.
Gemí al notar el contacto de sus dedos recorriendo mi castigado trasero, descendiendo lentamente para acariciar los pliegues de mi hambriento sexo más abajo.
—Qué mojada...--sentí cómo sonreía, la voz aún jadeante por el esfuerzo de azotarme.
Frotó, estrujó, pellizcó y palmeó a placer los labios de mi coño.
—¿Quieres polla?—murmuró con voz ronca.
Levanté el culo unos centímetros más, lo máximo que la cinta del demonio me permitía, esperando que eso fuera suficiente para responderle. Le escuché moverse hacia mí, al tiempo que un gemido casi de angustia se escapaba de entre sus labios.
—No te muevas, princesa. Ya me encargo yo—musitó.
Me asió con fuerza por la cintura y me atrajo hacia él, centrando mi culo que se había movido contra el respaldo del sillón gracias a la contundencia de los azotes. Hincó una rodilla en el asiento, me sujetó con ambas manos y sin más me metió la polla de golpe. Yo estaba deseando sentirle...
Gemí de placer al notar la rudeza de su rabo hasta el fondo dentro de mi coño. Tenía la polla como una roca, y yo el coño tan mojado que entró entera hasta los huevos sin encontrar ninguna resistencia. Movió un poco las caderas hacia los lados para acomodarla en mis profundidades, refregando su abdomen contra mis escocidas nalgas.
--Mmmmhhhh…--soltó un quejido largo -casi un lamento- mientras se hundía en mí sin querer empezar a follarme. ¿Por qué carajo lo postergaba? Moví mi trasero en torno a su enhiesto miembro, trazando círculos en señal de protesta. Quería que se moviera dentro de mí, me moría por que me taladrara. Lo necesitaba.
Comenzó a bombear con suavidad, apenas saliendo de mí para clavármela a pequeños empujones cada vez menos contenidos. Respondí al momento moviéndome como pude al ritmo de la follada, cuya velocidad iba aumentando a medida que mi amigo se calentaba. Recuerdo que resollé y gemí con la muñequera de cuero aprisionada entre los dientes, sintiendo el fuego que se abría paso dentro de mí, y mi furioso coño lleno de él. Sin palabras le pedía más a Silver, porque de hecho quería más... Y mi amigo me lo daba, joder que si me lo daba.
Cuando ya me tenía cachonda como perra, jadeando y babeando contra el brazo de cuero del sillón, salió de mí con brusquedad.
"Sigue Silver, por favor, no pares ahora, no seas hijo de puta…" pensé.
Pero escuche cómo respiraba rápidamente, y cómo manipulaba algo con dedos temblorosos a mis espaldas. Gimió de nuevo—no recordaba haberle sentido nunca tan caliente—y comenzó a lubricarme el ano con un líquido fresco y viscoso. Untó de aquel líquido denso toda la raja de mi culo y la parte interna de mis nalgas, separándolas luego para extenderlo por dentro de mi tunel trasero. Lo hacía con cautela pero con prisa, metiendo y sacando dedos casi con urgencia.
—Hmmm, Malena, cómo tienes el culo. Me encanta…
Decía esto mientras sacudía sus caderas contra el aire, lo sé porque yo sentía su glande caliente de cuando en cuando golpeando mis muslos y mi trasero mientras Él terminaba de lubricarme inclinado sobre mí.
Pensé que me la metería también por el culo, pero... cual no fue mi sorpresa cuando sentí que "algo" rígido pero blando a la vez, con una consistencia como de gelatina semi-dura, me penetraba el ano de golpe. Algo que indudablemente no era su polla.
Me enervé porque no me esperaba aquella brusca penetración… pero aquella "cosa" se abrió camino dentro de mi culo lubricado, empujada con decisión por la mano de mi amigo. Fue tragada casi por completo. Mi recto protestó inmediatamente y me entraron aquellas familiares ganas de defecar que siempre me daban cuando Silver me follaba el culo sin demasiado calentamiento previo. Tales resortes ancestrales sólo los había pulsado Él a lo largo de mi vida... ni yo misma sabía que mi cuerpo guardaba tanto placer oscuro, diferente y salvaje, oculto en los rincones más insospechados.
Gemí mientras aquella cosa me enculaba, y entonces Silver comenzó a fijar a mis nalgas ese sucedáneo de polla con más cinta de embalar.
—Relájate, mi niña—dijo recorriendo mi espalda con besos ardientes—así podré penetrarte a gusto mientras te azoto, aunque no sea con mi polla.
Me retorcí, apretando el cuero entre los dientes, comprendiendo que aquella cosa no iba a salir de mí hasta que Silver lo decidiera, más al contrario…entraría más si lo empujaba de alguna manera, destrozándome el culo como un inmenso supositorio pringoso y duro.
Plasssssssssssssssssssss!!!
Sentí de pronto un azotazo contundente propinado con algo que no era su mano. Algo con una superficie plana y amplia que inmediatamente reconocí. La polla ficticia que me penetraba por detrás se hundió bruscamente dentro de mí en su pleno tamaño, impulsada por aquel golpe con la pala. Contraje mi ano con un grito de dolor y de placer, ambas sensaciones terriblemente intensas.
Plassssssss!
Plassssssssssss!!
Me azotó fuerte, introduciendo cada vez más aquella cosa que mi culo engullía como podía, deteniéndose de vez en cuando para verificar que mi coño seguía bien mojado.
Plassssssss!!
Los golpes de la pala resonaban como detonaciones. Pensé en el aspecto que mi pobre culo debería presentar (rojo, tal vez marcado)…y me excité el doble. Empecé a agitarme y a gemir con cada nalgada, rindiéndome a la presión que sentía por tener aquella polla de pega alojada en el recto.
Silver continuaba rompiéndome el culo sin piedad, acariciando los labios de mi coño y frotándome el clítoris cuando se detenía a descansar, murmurando exabruptos y palabras de consuelo. Metía los dedos dentro de mi vagina aún abierta después de la follada, los sacaba, los movía con firmeza y dulzura contra mi centro de placer…cuando notaba que ya me tenía jadeando, gimiendo sin control, culeando desesperada en pos del orgasmo, paraba bruscamente de masturbarme y volvía a la carga con la pala.
—Joder, Malena…—murmuró después de haberme dado otros veinte azotes ininterrumpidos desde la última vez que me acarició—voy a parar un poco…
Supuse que no lo hacía sólo por mí, imaginé que tendría doloridos los músculos del brazo por haber ejercido tanta fuerza.
Introdujo con su mano un poco más adentro el objeto que mi ano había rechazado al contraerse a pesar de la cinta. No se me había salido, claro, pero no acababa de ajustarse del todo.
--¿Te gusta sentir esto dentro del culo?—preguntó, avanzando unos pasos hasta quedar frente a mí, obviando la respuesta.
Entonces levanté la vista y le miré a la cara. Sus mejillas estaban enrojecidas por el esfuerzo; hebras de cabello subían y bajaban al compás de su respiración pegadas a su cuello y clavículas cubiertas de sudor, los ojos negros le brillaban febriles. Por debajo de su abdomen liso y musculoso su polla oscilaba justo encima de mi cabeza, con un tamaño y un grosor que me hicieron pensar que su dueño tenía que estar luchando a brazo partido para no descargarse.
Agarró aquel miembro grueso con fuerza y lo acercó a mi cara. Se inclinó un poco hacia mí y retiró con la otra mano la tira de cuero que aún yo sujetaba entre mis dientes, dejándome la boca libre. Acercó la muñequera a sus ojos y observó las marcas de mi mordida impresas en el cuero negro cubierto de babas.
—Vaya…--murmuró—Te he dado fuerte…
Tosí y moví la lengua dentro de mi boca reseca, tratando deliberar la tensión acumulada en mi mandíbula y de quitarme el sabor a cuero mordido.
--Sí…--articulé con voz pastosa.
--Mi amor—murmuró con ternura, golpeando mis labios con su congestionado glande —Chúpame para que pueda follarte mejor…
No tuve más que obedecer y abrir los labios para que su polla gorda empezara a follarse mi boca. Mientras le comía con ansia me estremecía, deseando correrme con aquel pedazo de carne dura y húmeda dentro de mi boca.
Silver bombeó sus caderas contra mi cara unas cuantas veces, para luego retirarse y ofrecer su miembro ante mi boca entreabierta una vez más, pajeándose despacio.
--Lame…--me ordenó con dulzura.
Pasé mi lengua por aquel capullo rojo por cuyo orificio emanaban ya pequeñas gotitas de excitación. Me lo metí en la boca y comencé a mordisquearlo muy suavemente, acariciando con mis dientes su esponjosa y sensible dureza, lo que le arrancó a mi amigo tensos gemidos de placer contenido.
--Mhhhmmmmm…sigue, joder, sigue…
Succioné su glande suavemente sin dejar de lamerlo, moviendo mi lengua en torno a él con caricias sutiles como mariposas húmedas. El había incrementado un poco el ritmo de su masturbación, masajeando el tronco de su polla por fuera de mi boca, echando hacia atrás el elástico prepucio con las firmes sacudidas.
Sentí lo mucho que le gustaba y mi ano se cerró rabioso en torno al consolador—suponía que eso era lo que tenía dentro—. Mi coño se abrió más y vibró ardiente; mi boca luchó por tragarse aquel miembro entero a pesar del tope de la mano de Silver.
--Hmmm…qué hambre tienes…--sonrió mi amigo entre jadeos—cómemela.
Soltó su polla, empujó con las caderas y me la clavó hasta la garganta, insistiendo, destrozándome la boca con aquel tronco palpitante y venoso. Oh dios mío, qué placer sentí con aquel rabo por fin completamente dentro de mi boca,a pesar de la violenta arcada que me produjo.
Aferré con mis labios la vacilante piel y retrocedí hacia sus sobrecargadas pelotas, succionándole, mamándole como un niño exige la leche del pecho de su madre. Cuánto le necesitaba…
Quería decir su nombre, pero sólo pude dejar escapar un gemido chorreante de vicio sin sacarme aquel suculento manjar de la boca.
--Hmmmmm…--gimió a su vez Silver, moviendo las caderas más rápido— qué bien la mamas, Malena, qué gusto...
Tras bombear unas cuantas veces dentro de mi boca la sacó de pronto palpitante, a punto de bañarme en ríos de leche caliente.
--No…--murmuró con la voz rota por un quejido—aún no…
Se colocó detrás de mí y volvió a follarme el coño con brutalidad.
--¿Sigues tomando la píldora anticonceptiva?—jadeó por encima de sus embestidas, luchando por controlarse--¿Puedo correrme dentro?
--Puedes…--respondí, a punto de desmayarme de placer con aquella doble penetración, sintiendo una polla estática dentro del culo y otra real, de carne y hueso, follándome el coño a un ritmo desenfrenado.
--Joder…--gruñó Silver entre dientes—qué buen coño, Malena…
¡Bum!, ¡Bum!, ¡Bum!
Me follaba, me llenaba con su polla y me partía en dos cada vez con más fuerza, cada vez más rápido. Pronto pareció que eran únicamente sus caderas las que marcaban aquel ritmo desenfrenado y no él…
--Me voy a correr, Malena…
Tras decir esto, me atrajo hacia sí con todas sus fuerzas y se incrustó en mí, empezando una carga frenética como un animal.
--Me corro, nena…
Me sacudí contra él deseando sentir su orgasmo dentro de mí.
Echó la cabeza hacia atrás y gritó, llenándome al fin el coño con su semen, inundándome de la leche ardiente que tanto deseaba.
--hmmmmmmm…--gemí contra el cuero del sillón, babeándolo, y empecé a correrme con él. Cómo me gustaba su polla, cómo me gustaban sus manos, incluso los "golpes" que descargaba sobre mí... oh, dios, cómo me gustaba él, y cómo le quería.
Lamentablemente, tal y como esperaba, tras aquella noche de lujuria y amor Silver volvió a marcharse. Aunque reconozco que cuando rompió el alba fui yo la que me alejé sin despedirme, dejándole dormido y anticipándome a lo que ya sabía que venía a continuación.
Pasaron los días, las semanas, los meses. Por supuesto, no le conté nada a nadie sobre aquel reencuentro en la boca del lobo. Durante mucho tiempo sobrellevaría en lo posible la carga de la culpa y lo que le echaba de menos por contrapartida. Un día me enteré de que había vendido aquel piso donde tanto me había hecho disfrutar y llorar, porque al parecer su banda amenazaba con disolverse y se encontraba en algún que otro apuro económico.
Como siempre me sucedía, pensé que jamás volvería a verle. Tal vez mi mente se empeñaba en hacerme creer tal cosa para no enloquecer: "nunca volverá (no te quiere, asúmelo), pero al menos te dejará en paz". Sin embargo-y para mi desgracia-una vez más fantaseaba con la posibilidad de estar equivocada.