Sangre sobre piedra
Alice apartó finalmente a Vaniett, quien se movió a regañadientes sobre las rodillas y se subió las mallas oscuras que llevaba para terminar sentándose a lo indio contra la pared frente a la tarima. El metalero se frotó los ojos y trató de enfocar la vista en el altar, procurando concentrarse y pasar por alto a Jan y a Evan que seguían entrelazados en un lío de brazos y piernas, aún moviendose levemente al compás de los últimos coletazos del orgasmo compartido.
—Vaniett, ¿a qué viene esa cara?—Erik contemplaba a su enfurruñada "novia" mientras comenzaba a desenrollar la cuerda—Alice, tío. Vas a perder los pantalones.
El aludido se dio cuenta con horror de que seguía con la polla al aire, ya bastante flácida por el susto que se había pegado. Se apresuró a colocarse de nuevo los pantalones caqui mientras Vaniett soltaba un bufido.
—Vaniett, Vaniett.—Erik chasqueó la lengua y meneó la cabeza—nunca estás contenta, eh. ¿Qué se supone que tengo que hacer para igualar tu nivel, tirarme a tus amigas?
Vaya, después de todo quizá sí le había producido "un poquito" de celos a Erik ver a su novia cabalgandose la polla de otro. Sabía que Vaniett se lo hacía con mucha gente y eso nunca había supuesto un impedimento para nada en su "relación", pero verlo era distinto. Tal vez.
Jan comenzó a moverse sobre Evan, volviendo en sí poco a poco. Estaba pálido y el culo se le estaba quedando helado, aunque por dentro le ardía y aún podía sentir a Evan ahí. Le había llenado de leche, oh dios... sintió de pronto una especie de terror que le impulsaba a salir corriendo, pero el deseo de que Evan no saliera aún de su cuerpo fue más fuerte.
—No te salgas...—murmuró en el cuello del pelirrojo.
La dulzura en aquel quejido hizo sonreír a Evan. Se sentía algo inquieto por la presencia de Erik allí, y desde luego era la primera vez que se tiraba a alguien en público, pero por raro que pudiera parecer... por raro que pareciera, se encontraba al mismo tiempo relajado. Era una sensación muy extraña, exactamente igual que si -tal como había dicho Erik- hubiera respirado algún tipo de droga en el aire que le volviera hipersensible, receptivo y reactivo a la mínima caricia... las palabras de Jan, ese "no te salgas", le acababan de erizar los pelillos de la nuca. Por no mencionar el hecho de saber que su hermana, aunque inconsciente, ya estaba allí. Evan había esperado durante mucho tiempo a que llegara el día en que Mya pagara sus cuentas pendientes; finalmente ese día había llegado y, aunque parte de él no podía creerlo todavía, la verdadera fiesta empezaría pronto.
—Tranqui, nene—murmuró, rodeando a Jan torpemente con los brazos. Era cierto que no conocía a ese chico más que de vista, pero su cuerpo se sentía tan cálido que de momento prefería no pensar en eso. Además, había visto el video en que su hermana le puteó y... no podía evitar sentir un ramalazo constante de empatía hacia el pobre chaval después de visualizar aquello.
Erik continuó estirando la cuerda sin reparar en lo que ocurría en el altar, como si Jan y Evan no estuvieran ahí. Aunque pronto habría de desalojarlos para posicionar convenientemente a Mya, tal como comentó antes.
Vaniett no había contestado a la última de Erik por haberse quedado boquiabierta. "Tirarme a tus amigas", era la primera vez que el pálido le decía algo así. Una parte dentro de ella saltó con regocijo porque, de alguna manera, a través de ese comentario había recibido atención. Una llamada al orden por parte de Erik en eso significaba que a él le importaba con quién se iba ella, ¿no?
—Perdona...—dijo en voz baja—¿Estás molesto, Erik?
Erik le pasó un cabo de cuerda a Alice y le indicó con un movimiento de cabeza que avanzara hacia la tarima. El metalero tomó la cuerda sin mirarle, muerto de vergüenza y más que tenso por la conversación que entre la pareja estaba teniendo lugar.
—Desnúdate, Vaniett—siseó Erik y sonrió levemente sin mirarla.
—¿Qué...?
Vaniett nunca jamás se desnudaba, y sólo ella sabía por qué. Bueno, Erik también lo sabía. Entre ellos acordaron un pacto desde el principio: jamás Erik ordenaría a Vaniett descubrir su cuerpo ante alguien que no fuese él; ella lo había presentado como límite y él lo había aceptado. Por eso ahora ella no podía creer lo que acababa de oir.
—Ya me has oído, quítatelo todo.
—Pero...
Bajarse las mallas lo justo para que Alice se la metiera era una cosa; despojarse de las ropas y quedar como dios la trajo al mundo, tal como le pedía Erik, era algo muy distinto.
Erik avanzó hacia el altar con Alice y se agachó junto a él para asegurar un par de nudos en torno al saliente. La sujeción tenía que tener una buena base teniendo en cuenta que cuando Mya despertase se iba a resistir, probablemente con todas sus fuerzas. O quizá no. Quizá era tan zorra y tan puta que le parecería estupendo ser el centro de atención en un escenario como aquel, pero por si acaso Erik no iba a arriesgarse.
—Si no te desnudas te ataré aquí con ella—Erik levantó la cabeza una vez atado el nudo. Esta vez sí clavó sus ojos verdes en Vaniett al decir aquellas palabras y señaló al cuerpo inconsciente de Mya, luego a la tarima, queriendo asegurarse de haberse expresado con suficiente claridad.
Vaniett se mordió el labio. Era cierto que Alice -quien ahora la miraba por el rabillo del ojo- le gustaba, pero Erik... Erik la ponía como una moto sólo con un gesto, sólo con una palabra. En cuanto a lo de atarla junto a Mya... sólo Erik sabía que la misma Vaniett se lo había pedido aquella tarde, varias veces, mientras disponían juntos los preparativos para aquella espectacular sesión. Vaniett lo había insinuado primero y luego dicho abiertamente, medio en broma, pero Erik la conocía lo bastante para saber que las bromas de Vaniett solían encerrar fantasías reales en el fondo. De modo que esa orden de desnudarse tenía trampa, y sólo Vaniett lo sabría... Era un regalo, el regalo del castigo que le había pedido a Erik. Ella no pensó que él fuera a acceder.
Alice miraba a Erik ahora como si éste se hubiera vuelto loco. ¿Atar a Vaniett ahi?¿torturarla junto a Mya en aquella picota? Sabía que a Vaniett le gustaba el dolor, pero aún así...
—Eh, Jan. Estás sangrando—murmuró Evan al darse cuenta del fluido cálido que le corría por la pierna. Con cuidado, levantó un poco a Jan por las caderas y retrocedió a fin de salir de su agujero lo más lentamente que pudo para no hacerle daño.
Erik se rió. Miraba a Jan ahora, parecía que el chico estaba en shock. Era cierto que sangraba; Erik se había dado cuenta mucho antes de que Evan lo advirtiese, gracias a su olfato no humano.
—Chico, te han destrozado bien—se levantó de su posición acuclillada en el suelo y paso al lado de Jan dándole una palmadita en el hombro—quizás alguien tenga tiritas.
Erik y Alice fueron a por Mya mientras Evan tiraba suavemente de Jan para desalojar la tarima en el centro de la sala. La repisa de piedra era lo bastante ancha para tumbar a dos personas; Erik le indicó a Alice que le ayudara a colocar a Mya a un lado, dejando un espacio vacío que presumiblemente sería ocupado por Vaniett, pues esta había desobedecido a Erik y no se había quitado ni una sola prenda.
Dudaron si atar a Mya boca arriba o boca abajo sobre el altar. Al final se decidieron a atarla boca arriba porque pensaron que el gancho que pendía del techo y el correspondiente juego de cadenas les podrían dar juego. De modo que ataron las muñecas de Mya a su espalda, entrelazando el nudo con la cuerda que habían asegurado en torno a la repisa: eso fijaría su cuerpo a la superficie de piedra y le impediría rotar. Pasaron también un par de vueltas de cuerda en torno a sus tetas, tanto para protuirlas hacia fuera como para inmovilizar a Mya más aún; después le pusieron unos grilletes en torno a los tobillos y los engancharon a la cadena en el techo para subirle las piernas.
Evan rodeaba a Jan con un brazo sin poder apartar los ojos de cómo Erik y Alice ataban a su hermana sobre el altar. Por una parte estaba algo preocupado por Jan a causa del desgarro que le había hecho, ¿realmente le había follado tan a lo bestia? se sentía culpable, un poco, no había tenido nunca la intención de hacerle daño. Pero la visión de Mya ahí en la tarima, desnuda y expuesta, semi-suspendida por los talones con el culo al borde de la superficie de piedra, nublaría hasta la culpa más cruel.
—Está menstruando, no os lo he dicho—gruñó Erik. Se quitó la camiseta y la usó para taparle los ojos a Mya; estaba claro que sería jugoso dejarla mirar y ver su reacción al comprobar ella dónde estaba, pero de esa forma ellos podrían ponerse las máscaras con tiempo sin temor a que despertara y abriera los ojos.
Una vez cubrió los ojos de Mya, Erik se levantó y se dirigió hacia la caja que contenía las botellas de vidrio opaco; agarró una por el delgado cuello, le quitó el tapón y se la llevó a los labios para beber un largo trago. cerró los ojos y sus labios se curvaron en una muy leve sonrisa mientras bebía; necesitaba hacerlo, el olor de la menstruación de Mya y la sangre de Jan -no demasiada pero suficiente para espolearle- le tenían incómodamente excitado. Esperanzadoramente, aquel trago cálido le calmaría un poco al menos por un rato.
—Vaniett, no veo que te quites la ropa...—Después de beber, tapó de nuevo la botella y miró a la aludida elevando una ceja.
Ella rió.
—no pienso hacerlo...
—¿Ah,no?—Erik sonrió más—pues ya sabes lo que te toca...
Alice tragó saliva cuando vio cómo Vaniett se levantaba y avanzaba hacia la tarima con decisión. Se pasó la lengua por los labios resecos; le costaba creer que Vaniett estuviera feliz de prestarse a algo así pero eso era precisamente lo que mostraba la expresión de su cara.
La chica tomó asiento al borde del altar y miró a Erik.
—¿me tumbo boca arriba como ella?—pregunto, refiriéndose a Mya.
—No—replicó Erik—boca abajo enseñando el culo, como te gusta. Bájate las bragas.
Vaniett asintió y sintió como su coño empezaba a arder otra vez a medida que obedecía a aquel cuya voluntad jamás osaría contravenir. En realidad, las partes conflictivas de su cuerpo para mostrar eran los brazos y las piernas... el culo no le importaba enseñarlo, y el coño tampoco. De hecho le excitaba que la vieran los chicos así, y le encantaba que le marcasen en uno u otro sitio al azotarla.
Erik observó con satisfacción como la zorrita de su chica se bajaba las mallas y la ropa interior, quedando tumbada boca abajo mansamente sobre la tarima de piedra junto a Mya.
—Erik... —murmuró entonces Vaniett en un hilo de voz, incapaz de contener su curiosidad—¿con qué vais a azotarnos primero?
Era de suponer que los chicos aplicarían el mismo castigo en Mya que en Vaniett, o eso había dejado entrever Erik al menos.
—Buena pregunta—respondió el interpelado, que había comenzado a pasearse en círculos en torno al altar cual buitre alrededor de su presa—Alice, ¿dónde vas...?
El aludido se giró hacia la voz de Erik y le señaló la litrona que estaba a punto de coger. Necesitaba un trago para calmarse él también, aunque no fuera de una bebida mística sin nombre en una botella rara.
—Oh. Pues yo... tengo algo.
El que había hablado era Evan, que continuaba sentado al lado de Jan en aparente tranquilidad. Le había ayudado a subirse los pantalones y ahora ambos estaban acomodados juntos a poca distancia de la tarima, apoyados contra una columna descascarillada.
—¿Ah, si?—Erik se volvió hacia Evan y sonrió, a todas luces entusiasmado por escuchar su idea.
—Me he traido una cosa...que me trae muy malos recuerdos—mientras decía estas palabras en voz baja, Evan acariciaba distraidamente el cabello ondulado y castaño de Jan, quien parecía no terminar de reponerse del todo y miraba hacia el altar con los ojos muy abiertos.
Alice abrió la litrona, le pegó un trago y caminó hasta Evan para pasársela. Éste la rechazó pero alertó a Jan, quien agarró la botella y se amorró a ella como si hubiera llegado el fin del mundo.
—Oh, ¿y qué es?
—Nada...—Evan se encogió de hombros, desvió la mirada con cierta turbación y se revolvió en el suelo levantando una pequeña nube de polvo.
—¿Nada?—graznó Erik—Venga, tío, no te cortes. Traelo, ¿qué es?
Contemplaba a Evan divertido, dandose cuenta de que jamás podría hacerse a la idea de lo que el escarmiento de Mya significaba para él. Si Jan había terminado humillado y destrozado moralmente en unos pocos minutos, qué no supondrían dieciocho años al lado de aquella zorra. Erik se imaginaba que Evan tendría muchos puntos negros que saldar, y en aquel momento se moría de ganas de ver aquel objeto al que éste se había referido.
Suavemente, Evan apartó a Jan hacia la columna para levantarse. Cuando se puso en pie, todos sus huesos crujieron o eso le pareció; se giró hacia donde estaba su mochila y avanzó la distancia que le separaba de ella con pasos lentos, como si el cuerpo de repente le pesara. El objeto era banal, nada especial; era una tontería, cuando lo mostrara se iban a reír de él.
Se agachó junto a su mochila, metió la mano en ella y agarró el mango de aquella condenada cosa. Sí, tal vez los allí presentes se rieran pero a él no le hacía ninguna gracia tenerla cerca ni tocarla.
—Es esto—dijo con voz ronca, mostrando en la mano lo que había sacado de su mochila: una cuchara de madera, plana, de mango largo.
Alice se sonrió y tomó la botella de manos de Jan para pegar otro trago. Erik ladeo la cabeza mirando alternativamente la cuchara y el rostro de Evan, dándose cuenta de que el pelirrojo se había puesto un poco pálido.
—Supongo que tienes alguna historia que contar...—murmuró.
Evan suspiró y afirmó con un leve asentimiento de cabeza, desviando la mirada al suelo.
—Cuando éramos pequeños y nuestra madre nos dejó, nuestro padre nos envió un tiempo a vivir con nuestra abuela—comenzó a relatar en tono monocorde, pétreo, sujetando la cuchara con ambas manos.—Era una mujer horrible. Mi hermana siempre se las arreglaba para que me castigara con esto—señaló la cuchara con la barbilla sin levantar la vista—no sé si alguna vez os han dado con una, pero duele un carajo.
—Oh, joder, y tanto que duele...—incapaz de frenar su curiosidad -ni su lengua-, Vaniett se había girado e incorporado para ver qué demonios era aquello que su culo iba a probar.
—Mi hermana mentía para que mi abuela me pegara, inventaba cosas que yo no había hecho...yo recibía azotes con esta mierda todos los días. Y además, mi abuela decía que a ella no podía pegarla con la cuchara porque era una chica, así que algunas veces, cuando Mya se portaba mal, me daba su parte a mí también.
Pobre Evan. Era lógico que hubiera desarrollado tremenda fobia a las cucharas de madera después de aquello.
—Qué putada...—murmuró Alice.
—¿Cuántos años tenías cuando te hacía eso?—inquirió Erik.
—desde que teníamos seis hasta que cumplimos los doce.—Evan torció el gesto y dejó la cuchara en el suelo con un ademán de repugnancia—A veces la maldita cuchara me alcanzaba en las pelotas...—añadió de improviso mientras volvía sobre sus pasos para sentarse de nuevo junto a Jan, contra la columna—eso divertía especialmente a Mya porque me hacía chillar como un cerdo al que estuvieran matando.
Alice se atragantó con la cerveza. Pero bueno, menuda infancia de mierda había tenido el pelirrojo entre unas cosas y otras. Jan, quien poco a poco parecía retomar el control de su cuerpo, se abrazó a Evan cuando este ocupó de nuevo el sitio a su lado contra la columna, pegándose a él. Había escuchado la breve historia perfectamente y ahora tenía aún más ganas hacerle pagar a Mya por cada una de sus fechorías, aunque tuviera que reunir fuerzas hasta para hablar en aquel momento.
—Siento que te hiciera eso, Evan—murmuró.
—Eh, bienvenido a la Tierra—el aludido sonrió a Jan y le dio un leve empujoncito cariñoso en el hombro—¿te encuentras bien?
Vaniett sofocó una risita. Desde donde estaba podía oirlo todo y aquellos dos se le antojaban como dos tortolitos enamorados después de pegar semejante polvo. Erik la escuchó y se movió hacia la tarima.
—Creo que te voy a atar—murmuró con dulzura, inclinándose sobre ella para besar una de las redondas y expuestas nalgas.—Alice, ¿me pasas más cuerda?
Jan asintió vehemente mirando a Evan.
—Sí, sí. Estoy... bien.
—Estabas sangrando, Jan. Perdona...
—No es nada—se apresuró a replicar el aludido—ya no me... bueno. Ya ... estoy bien. Por cierto, tienes... estás lleno de...—Jan tragó saliva señalando la sudadera de Evan. Estaba cubierta de manchas de semen reseco, y le avergonzaba decirselo porque entendía que era culpa suya por haberle corrido la ropa, pero también entendía que callarse algo así sería una cabronada.—Yo...lo siento, Evan...
—Qué tierno...—murmuró Erik mientras sujetaba a Vaniett al altar, enrollando un poco de cuerda en torno a cada tobillo por separado.
—Hah, no te preocupes...—el pelirrojo se encogió de hombros. Tampoco era que pudiese hacer mucho al respecto; su sudadera estaba manchada, sí, pero así se iba a quedar y él no tenía intención de quitársela como había hecho Erik con su camiseta. En aquel lugar hacía un frío del demonio; tal vez Erik tenía la fortaleza física de un toro -a pesar de su constitución delgada y más bien frágil- y podía permitirse ir a pecho descubierto, pero no así Evan. Al pelirrojo le parecía de locos quedarse en mangas de camisa en un sitio como aquel.
—¿Sabes qué, Evan?—aunque inmovilizada, Vaniett estaba decidida a no callar—Eso que te hizo Mya... lo que te hacía cuando erais pequeños, es jodidamente cruel.
Erik sonrió para sí mientras procedía a atarle las manos a Vaniett una vez terminó con los tobillos. Se las ató por separado de la misma manera, los brazos extendidos flanqueando su cabeza. Cuando terminó, se tomó un momento para abrazar a Vaniett desde atrás, pegando el torso desnudo a la espalda de ella y las caderas a su culo, tal vez para mostrarle lo excitado que se sentía al verla así. O de ese modo lo interpretó Vaniett, quien respondió al contacto apretándose contra él y conteniendo un gemido de sorpresa.
—Tiene razón Vaniett—corroboró Alice. Ya se había bebido prácticamente media litrona, sin contar el par de tragos que había pegado Jan—es asqueroso.
Evan lanzó otro suspiro, evidentemente no era plato de gusto para él recordar aquellas escenas de su infancia por mucho que hubiera pasado tiempo.
—Es pasado—murmuró, tratando de quitarle hierro al asunto pero con la mirada fija en el suelo, signo que delataba que ese tema aún le afectaba de alguna forma.
—Es una mierda—Alice meneó la cabeza y miró a Jan—A mí también me la lió, pero no tiene comparación con eso. Y a ti, Jan, ¿qué fue lo que te hizo?
Erik había dejado de abrazar a Vaniett y había vuelto a erguirse para acercarse a Mya desde atrás. Llevaba en la mano un pequeño estuche transparente que había sacado de su bolsillo y estaba manipulando el cierre.
—¿A mí? ya lo viste—replicó Jan en voz baja—Creo que de hecho todo el mundo en esta sala lo ha visto, por desgracia.
Evan sonrió con cierta tristeza. Le daba coraje que Jan hubiera tenido que pasar por ese trance. Se temía además que el pobre chico tenía razón y ese maldito video se había transmitido a los móviles de medio instituto gracias a Mya y a las amigas de ésta, corriendo igual de rápido que la llama por la mecha pero en progresión geométrica.
—No, no—Alice volvió a negar con la cabeza agitando la melena lacia que solía ocultarle la cara parcialmente—Eso ya lo sé, el video lo vi. Pero quiero decir, ¿por qué? o más bien ¿cómo?
—¿Cómo?—parafraseó Jan alzando las cejas, sin estar seguro de a qué se refería concretamente su amigo.
Detrás de Mya, Erik había abierto el estuche y ahora se inclinaba sobre la hermosa cabeza de ella para ponerle algo en el oído.
—Sí. ¿Cómo se las ingenió Mya para que te desnudaras en el salón de actos, en la oscuridad...?
Claro, así dicho no cabía en cabeza.
—Ah. Pues...—Jan se mordió el labio y chasqueó la lengua con desagrado—me...me dijo que yo... que yo le gustaba.
Alice asintió, mirandole expectante como esperando que fuera a decir algo más.
—¿y ya? ¿ya está? ¿así consiguió que te despelotaras?
Jan meneó la cabeza renegando, qué poca sensibilidad.
—Me dijo... que me la iba a chupar. Pero que me lo tenía que quitar todo, sería como un juego. Dejé mi ropa allí mismo pero... me la escondieron.
—¡Qué zorra!—replicó Vaniett desde la tarima, estaba claro que no perdía detalle de la conversación.
Alice no pudo evitar echarse a reír.
—Pero Jan, ¿y tú te lo creíste, alma de cántaro...?
El aludido se encogió de hombros y miró hacia abajo con un gesto de genuina indefensión que fue incapaz de ocultar. Evan se dio cuenta y le rodeó los hombros con un brazo; sabía bien lo que era sentirse un gilipollas después de que te la jugaran.
—¿Qué estás haciendo, Erik?—preguntó Alice, al ver cómo su colega se inclinaba de nuevo sobre la cabeza de Mya, ahora por el otro lado.
El pálido levantó la vista para responderle.
—Auriculares—murmuró. Iban conectados al pequeño aparatito que reproducía MP 3, su intención era ponerle una de las colecciones de música a todo trapo—Tiene los ojos vendados, pero no es sorda. Mi voz no la conoce, pero si oye las vuestras os reconocerá aunque llevéis máscaras.
—Ah, bueno. ¿Sabes qué?—Jan intervino entonces con un tono de voz ligeramente más elevado de lo habitual. Estaba poco a poco dándose cuenta de lo cabreado que se sentía, ahora que la escena de la sala de música había vuelto a desfilar ante sus ojos y Evan había contado aquella historia de la cuchara. Notaba como la ira se abría paso dentro de él, una especie de oleaje caliente golpeando por dentro de las venas, oprimiéndole el pecho y queriendo liberarse. Sentía que, de hecho, aún no se había cabreado lo suficiente por lo que le habían hecho... y le jodió que Alice se riera.—No le tapes los oídos, Erik—dijo con súbito arrojo—me da igual que sepa que soy yo, es más, quiero que lo sepa. Quiero que ella sepa lo que está pagando y a quién... es por mí, es por Evan, y por Alice. A todos nos ha jodido.
Evan asintió. Pensaba en esa misma línea, pero a diferencia de Jan entendía que era arriesgado darse a conocer por muchas ganas que tuvieran, ya que eso les dejaría expuestos a que Mya tomara represalias posteriormente. Ella podría denunciarlos y ellos terminar en un centro para delincuentes, pagando una indemnización o cualquier cosa aún peor.
—Ya, Jan, a todos nos ha jodido—corroboró Alice, mirando alternativamente a Jan y a Erik, quien se había quedado con el auricular en la mano y un gesto interrogante—por eso estamos aquí. Pero no podemos dejar que nos reconozca. Es peligroso.
De pronto, a Erik se le iluminó la cara.
—Oh, mierda. Casi lo olvido...—dejó el estuche en el suelo y se palpó el bolsillo derecho donde llevaba el teléfono móvil—quizá esto que tengo aquí podría ofrecer algunas alternativas...—murmuró, ya con el teléfono abierto, buscando en la sección de archivos recientes para seleccionar el video de Mya tirándose a su padre.—Toma, Evan. Creo que deberías ver esto.
Evan estiró el brazo para coger el móvil que Erik le tendía, con gesto de no entender. Al mirar la pantalla palideció y se le descompuso el rostro.
—Pero qué cojones...—masculló entre dientes, levantando por un segundo los ojos hacia Erik como si desesperadamente necesitara que éste le dijera que aquel video era una broma pesada, o estaba manipulado.
Erik asintió con la cabeza sin dejar de sonreír.
Evan comprendió que lo que estaba viendo era muy real. Se le cayó el teléfono de las manos -afortunadamente Jan tuvo reflejos suficientes para cogerlo al vuelo- y se dobló mirando hacia otro lado reprimiendo una arcada, a punto de vomitar.
—Pero... mierda, mierda...—Jan observaba ahora el video de Mya saltando sobre el señor Knox. Por una parte no daba crédito a lo que veía; por otro lado viniendo de Mya aquello no terminaba de sorprenderle del todo.
—Hala. Qué fuerte—Alice se había asomado por encima del hombro de Jan para ver la pantalla y también flipaba como el que más.
—Evan... ¿te encuentras bien...?—Jan le dio unos toquecitos en la espalda al hermano de Mya, quien continuaba encogido sobre sí mismo y tenso como una vara de la impresión.
—Bueno, yo creo que con esto la cosa cambia un poco...—reflexionó Erik, tomando cuidadosamente el móvil de manos de Jan y dando replay al vídeo para enseñárselo a Vaniett, quien por supuesto también quería verlo. Mientras le mostraba a su novia las imágenes en la pantalla, acomodado al borde del altar, el pálido miraba a Evan con un destello de regocijo encubierto en los ojos—Dudo mucho que Mya quiera que nadie vea este video. No sólo por su reputación en el instituto...—añadió con una risita sibilina—reputación que indudablemente se resentiría, sino por las consecuencias vitales que podría haber a muy corto plazo. Un padre metiéndosela a su hija... ¿te imaginas que eso llega oidos de Asuntos Sociales? ¡quién sabe!—rió abiertamente ahora—¡alguien podría denunciarlo! A tu viejo se le caería el pelo, eso sí. Y a ella, como mínimo un examen psiquiátrico le caería, eso si no la internan. No sé competencia de quién será decidir si encierran a una chavala en una institución mental por tirarse a su padre...
Evan ladeó la cabeza escuchando a Erik. Lo que el pálido decía tenía sentido, a decir verdad caía por su propio peso. Según eso iba a ser fácil, muy fácil chantajear a Mya. Esto no sólo evitaría la denuncia si ella les reconocía, sino que, yendo más lejos, ese chantaje podría valer para absolutamente todo. Gracias a ese video, quizá Mya cediera ante todo aquello que los chicos quisieran... dependía de cuánto la preocupase que esa escena de amor paternal se diera a conocer y del celo que le tuviera a su vida privada.
—Y ahora te voy a dar otra alegría—anunció Erik, avanzando hacia Evan y recogiendo la cuchara de madera del suelo—con esto puedes alcanzarla el coño también y hacerla gritar tu nombre...—le guiñó el ojo al pelirrojo con malevolencia y le tendió la cuchara—sería una forma excelente de despertarla, ¿no crees? ¿o prefieres empezar por Vaniett?
Dando por hecho que al parecer sería él quien tendría el honor de comenzar la fiesta, Evan negó con la cabeza. No quería pegarle a Vaniett por mucho que supiera que a ella le gustaba el dolor. Para Evan, pegar era algo malo, desagradable. No tenía nada contra Vaniett, no tenía el menor deseo de torturarla y no pensaba que se le fuera a poner dura por algo así aunque ella gritara de placer. Sin embargo con Mya... Oh, Mya. Con Mya iba a ser muy diferente.